sábado, 10 de febrero de 2007

Lo políticamente correcto

No puedo. Tengo que leer en clase con los chicos un libro llamado Abdel y no puedo con la vida. Las aulas se están llenando de obrillas de poca monta, generalmente mal escritas, pero que se venden como churros porque tocan alguna cuestión de moda dentro de la corriente progre generalizada. ¿Se puede saber qué se ha hecho de La isla del tesoro o de Viaje al centro de la tierra? Por favor..., esos libros te llevaban a otros mundos, fomentaban el aspecto más lúdico de la lectura. Ahora no: si la historia no va con moraleja, no vale.
Reivindico desde aquí el derecho a leer por diversión y os animo a que hagamos una lista con los libros de aventuras con los que recorrimos el mundo en nuestros años mozos.

Los míos: La isla del tesoro, La historia interminable, Las tribulaciones de un chino en China (de Julio Verne). Por decir tres.

2 comentarios:

  1. La isla del tesoro, de Stevenson.
    Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, de Mark Twain.
    La Historia Interminable y Momo, de Michael Ende.
    El pequeño lord, de Frances Hodgson Burnett.
    El Conde de Montecristo, Los Tres Mosqueteros, Veinte Años Después, de Alejandro Dumas.
    Escuela de Robinsones y Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino, de Julio Verne.
    Robinson Crusoe, de Daniel Defoe.
    El Cartero del Rey, de Rabindranath Tagore.
    Scaramouche, de Rafael Sabatini.
    De los Apeninos a los Andes y Corazón, de Edmundo d'Amici.

    Joder, hay tantos...

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  2. Casi todos los puestos arriba, más todos los de Enid Blyton, varios de Sandokan, de Emilio Salgari; Bonadea, de Irmelin Sandman-Lilius; algún otro de Julio Verne; y muchos más que se me olvidan, porque ya sabéis que soy pésima para acordarme de títulos de libros y nombres de autores.
    Y soy pésima recordando esos datos porque siempre leí para disfrutar, para entretenerme, para vivir otros mundos y otras vidas, para sacarle todo su jugo a las palabras. De manera que sí que reivindico el leer por placer y sin necesidad de moralejas. Además, si nos ponemos duros, de todos los libros se pueden sacar todas las moralejas que se quiera, y de eso deben saber mucho los que marcan ciertos libros, expertos ellos en manipulación.

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