Hoy acabo de corregir unos exámenes de sintaxis de 2º de ESO y tras estar todo el año invirtiendo horas y horas en hacer oraciones (no entro en la cuestión de si esto es más o menos útil) resulta que aprueban 2. Dos. Se me parte el alma. Y esta vez, lo siento porque sé que suena mal, pero tengo mi conciencia muy, muy tranquila. No han hecho nada. Tiraron la toalla desde el principio y no quieren estudiar sintaxis. Y da igual lo que les motive, lo fácil que se lo ponga o lo mascadito que se lo dé. Dos. En eso queda mi trabajo.
Y pretenden que apruebe a niños que están acostumbrados a hacer nada a cambio de una curiosa simbiosis: ellos aumentan su estadística de aprobados y yo pongo la mano y miro a otro lado. Pues no me da la gana. Mi trabajo me lo tomo en serio y merezco un respeto como profesional. Y dado que la Administración no nos respeta lo más mínimo, me tengo que dar yo a respetar. Y no me da la gana que me sobornen.
No pertenezco a ninguno de los sindicatos que convocó la huelga, pero me uní a ella. En mi centro, de 60 profesores, hicimos huelga unos 8. Eso sí, luego tengo que aguantar que todos se quejen de lo mal que están las cosas, de lo que se nos maltrata, pero cuando hay que plantar (y me perdonen la expresión) los huevos en la mesa, la gente se raja y mira a otro lado. Así nos va. Nos merecemos toda la mierda que nos está cayendo en lo alto y mucha más. No todo el mundo tiene por qué secundar una huelga, pero en mi centro se votó en contra del plan de Calidad. Y éramos bastantes más de 8.
Ocho a los que se nos quitarán 70 euros (que no es lo que gano en un día, fijo) en la próxima nómina. Que eso es lo de menos. Por mí, se los pueden meter por salva sea la parte. Lo que me indigna es la falta de dignidad.