sábado, 15 de diciembre de 2007

¿He sido yo?

Que decía mi odiado Steve Urkel.

Hace poco, Arwen me hizo pensar en qué superhéroe sería. Y hay que leer con cuidado el enunciado de la pregunta, porque no se trata de qué superhéroe te gustaría ser, sino de cuál serías. Y yo lo tengo claro: ninguno. No reúno ni una sola de las cualidades necesarias para alcanzar tal nivel. Ahora, que si nos quedamos en los tebeos de andar por casa, los de toda la vida, lo tengo claro: sería un híbrido entre Carpanta (tengo un afán devorador que me hace engullir un bocadillo de tortilla diario cada mañana) y Rompetechos (que va por todas partes como un elefante en una cacharrería).

El caso es que el otro día estaba en la sala de profesores con mis compañeros. Las mesas que tenemos allí son bastante anchas porque el centro es grande y somos muchos. Allí estábamos todos, corrigiendo y comentando las meteduras de pata (una de las pocas satisfacciones que tiene mi trabajo). En el centro de la mesa, exámenes, libretas, cafés, unos periódicos y unos cuantos maletines. Hasta ahí, todo normal. Frente a mí, dos compañeras me piden que les pase algunos de los periódicos. Como una es más corta de tamaño que las mangas de un chaleco y la mesa muy ancha, cojo los periódicos y decido lanzarlos, delicadamente, hasta el otro lado de la tabla para que lleguen a mis compañeras, que por la manera en la que tenían apalancados sus traseros en sus respectivas sillas, pasaban olímpicamente de estirarse ni un poquito para alcanzar los diarios en cuestión.

Lanzo el primer periódico y la compañera lo coge. Sin problemas. Lanzo el segundo, y, convencida de que había llegado a su destino sano y salvo (¿os he dicho que tampoco se me da bien lo de ver el futuro?), sigo corrigiendo. De pronto, oigo un murmullo y veo gente que se levanta. Y detrás de un maletín que estaba puesto por allí de pie y que tapaba buena parte de mi campo visual, veo que alguien levanta un taco de exámenes empapaditos en café.

Resulta que, por una de esas carambolas de la vida y que en mi caso siempre tienen idéntico resultado, la chochona de mi compañera no había cogido el periódico que le lancé y el periódico, sin nada que detuviese su trayectoria, había ido directo a tirar el vaso de café de la susodicha compañera, arrasando con todo lo que allí había. Lo primero que encontró fueron los exámenes de un compañero de Historia. Lo segundo, y ante la pasividad de mi chochi-compi, un bolso de piel de una compañera de Matemáticas.

Me quería morir. Colorada como un tomate fui a pedirle perdón al compañero de Historia y a la profe de Tecnología mientras oía de fondo cómo mi chochi-compi (la misma que no había levantado su culo para coger el periódico, la misma que no lo había cogido cuando lo lancé, la misma que había dejado allí su vaso de café, esa) decía : “¡Uy! Es que lo he visto venir. Ha pasado delante de mí a cámara lenta”. ¿A cámara lenta? ¿A cámara lenta? Yo me cago en el compañerismo, en los favores y en las pitonisas que lo ven venir. Si lo has visto, alma de cántaro, ¿por qué no lo has cogido? ¡Que era para ti!

Y la tía va y me dice: "Tú no te preocupes, que si hay que comprarle el bolso a N., lo pagamos a medias”.

Tampoco os cuento el viaje de vuelta que me dieron mis compañeros de coche. Nos reímos un rato, la verdad.

Si cuando yo digo que no me gusta el café…