viernes, 16 de febrero de 2007

Un rayo de esperanza


El otro día, por San Valentín, se me ocurrió hacer un cuadernillo con poemas de amor contemporáneos y dárselo a mis alumnos de primero de la E.S.O. para leerlo en clase. Les pregunté unos días antes qué les parecía la idea (no iba a tirarme a la piscina sin saber si tenía agua) y me dijeron que bien, aunque no con demasiado convencimiento. Les pedí que trajeran poemas de amor de su casa. Subrayé lo de "de amor" y "de autores conocidos" porque no quería que salieran a la pizarra a leer perlas del tipo "te conocí a las cinco/ y por el culo te la hinco" (con h aspirada, por supuesto). Así que, con algo de miedo en el cuerpo, los emplacé a que me trajeran poemas de su casa para el día siguiente.


Y cuál no sería mi sorpresa al llegar el 14-F y descubrir, emocionada, que no sólo (pongo la tilde porque me da la gana, la echo de menos) habían traído poemas de Alberti y Bécquer, sino que algunos se habían animado y habían compuesto sus primeros versos. Participaron, leímos poemas, discutimos su significado y, cosa asombrosa, la mayoría de los que salieron a la pizarra a leer, fueron chicos. La verdad es que no me lo podía creer. De hecho, tengo pendiente con ellos otra sesión de poesía, porque les encantó.


Y es que de vez en cuando una tiene uno de esos días en los que merece la pena dedicarse a esto de domar fieras.


Menos mal.

sábado, 10 de febrero de 2007

Lo políticamente correcto

No puedo. Tengo que leer en clase con los chicos un libro llamado Abdel y no puedo con la vida. Las aulas se están llenando de obrillas de poca monta, generalmente mal escritas, pero que se venden como churros porque tocan alguna cuestión de moda dentro de la corriente progre generalizada. ¿Se puede saber qué se ha hecho de La isla del tesoro o de Viaje al centro de la tierra? Por favor..., esos libros te llevaban a otros mundos, fomentaban el aspecto más lúdico de la lectura. Ahora no: si la historia no va con moraleja, no vale.
Reivindico desde aquí el derecho a leer por diversión y os animo a que hagamos una lista con los libros de aventuras con los que recorrimos el mundo en nuestros años mozos.

Los míos: La isla del tesoro, La historia interminable, Las tribulaciones de un chino en China (de Julio Verne). Por decir tres.