miércoles, 23 de enero de 2008

Perlas

1) Lee el texto y contesta a las preguntas: (1’2 puntos)

Una lúgubre noche de noviembre vi coronados mis esfuerzos. Con una ansiedad que casi era agonía, reuní a mi alrededor los instrumentos capaces de infundir la chispa vital al ser inerte que yacía ante mí. Era ya la una de la madrugada cuando […] vi abrirse los ojos amarillentos y apagados de la criatura; respiró con dificultad, y un movimiento convulso agitó sus miembros.

[…] Su piel amarillenta apenas cubría la obra de músculos y arterias que quedaba debajo; el cabello era negro, suelto y abundante; los dientes tenían la blancura de la perla; pero estos detalles no hacían sino contrastar espantosamente con unos ojos blancuzcos, una piel acartonada y unos labios estirados y negros.

Yo había trabajado sin descanso durante casi dos años con el único objeto de infundir vida a un cuerpo inanimado. […] Ahora que había terminado […] un intenso horror y repugnancia me invadieron el corazón. Incapaz de soportar el aspecto del ser que había creado, salí precipitadamente de la habitación y estuve paseando por mi dormitorio durante mucho tiempo, sin poder calmar mi espíritu ni dormir.

Inerte: sin vida, muerto.

Mary SHELLEY: Frankenstein (o el moderno Prometeo). Edit: Alianza.

a)Haz un resumen del texto con tus palabras.


Respuesta de una alumna:

En una noche de noviembre, había una legumbre.


Ahí queda eso.

domingo, 20 de enero de 2008

Vuelta al cole

O al cursillo, mejor dicho. Hace unos meses, me apunté junto a otros dos compañeros del instituto en el que trabajo a un cursillo para aplicar el cine en las asignaturas de Lengua e Historia. Y en eso estoy las tardes de los lunes y los miércoles. La verdad es que estoy muy contenta con el tema y con el profe, que parece el típico abuelito que te va contando batallitas. Empieza hablando de los distintos tipos de planos y acaba comentando lo que cobró Vivien Leigh por “Lo que el viento se llevó” (por poner un ejemplo).

Pero lo realmente interesante está en las mesas, es decir, en la parte de los supuestamente aplicados estudiantes. Todos maestros y profesores. Pero si alguien nos echase un vistazo desde fuera (yo misma, en uno de los numerosos viajes astrales que hago durante las exposiciones del profe), vería una jauría no muy diferente a la de un aula de la ESO.

Sin ir más lejos, tengo sentado detrás a un tal J.L. que no para de comentar todo lo que dice el profesor. Bueno, J.L. no comenta: apunta, señala, matiza, aporta y depura. Vamos, que no hay quien lo aguante. Oficialmente, el Gordopilo del grupo.

Tenemos frikis, charlatanes (el otro día el profesor tuvo que callarse hasta que JL terminó de exponer su lucidísima disertación sobre el grupo Dogma a la compañera de al lado), dormilones (uno de mis compis, el pobre, que pega cabezaditas.Tiene un hijo pequeño y otro en camino. No digo más.), travestis, y listillos que se ríen de todo el mundo (mis compis y yo, por ejemplo).

En fin, que me asombra ver cómo cambiamos los adultos, y encima profesores, en cuanto nos sentamos detrás de un pupitre. ¿Les pondrán algo a las sillas?

sábado, 12 de enero de 2008

Bienvenida, Mrs. Marshall

La que se montó hace un par de días en mi instituto. Tras la conclusión de unas obras de ampliación que han durado más que la construcción de El Escorial, ayer llegó el día en que el cargo de turno vino a inaugurar oficialmente el chiringuito.

Consecuencias de la visita: se trastocó el horario normal del centro. Se dieron cuatro horitas seguidas de clase (lo normal son tres), recreo y dos horitas más. No sé si habéis pasado por la experiencia, pero si normalmente están los nenes hambrientos a tercera, no os quiero ni contar lo que era tenerlos sin comer una hora más. Desde luego, así no entra la Administración en contacto con el día a día de la enseñanza ni de coña.

Para colmo, la profesora que tenía que dar clase a los pandoros no vino. ¿Y quién estaba de guardia? ¡Premio! La menda lerenda. Así que tuve una regresión, mientras entraba en aquella clase que, casualmente, quedaba pared con pared con el pasillo donde habían colocado toda la parafernalia propia de estas ocasiones, a saber:

-Cutre-placa para conmemorar el acontecimiento. Además, según apuntó un compañero, está torcida.
-Banderitas de Andalucía a gogó.
-Atril para los discursitos. Sí, sí, esos en los que todos se congratulan de lo bien que están las cosas y de la cantidad de dinero que nos da la Administración. (¡Qué buenos son!).
-Altavoces para poner música ambiental. En este caso, el himno de Andalucía.
-Dentro del kit entraban también dos niñas con sendos ramos de flores para recibir a la representante de la susodicha Administración. Como si fuera la reina doña Sofía, vamos.

Bueno, pues ahí estaba todo preparado y como digo, pared por pared, la nueva remesa de pandoros 2008 a los que no tengo el gusto de darles clase. Vamos, como si pones a un elefante con epilepsia al lado de una colección de porcelana china de la dinastía Fu-Manchú.

Y yo, en medio. Mientras intentaba escuchar algo de los discursos a través de la pared, los chavales estaban dentro hablándose a grito pelado (“¡Es que yo hablo así, maestra!”) e insultando a alguien que pasaba por la calle (alguien a quien llamaban “Cebolla”. No sé). Cuando me voy para los de la ventana a llamarles la atención (no podía pegarles una voz porque estaban todos los peces gordos a tres metros) y logro que se callen, resulta que otros dos habían cogido una silla y se estaban asomando por un cristal que hay al final de la pared y que da al pasillo.

Les digo que bajen de las sillas. Bajan. Fuera, alguien termina un discurso y aplauden. Mis pandoros, imbuidos por un espíritu mimético, aplauden y jalean desde dentro.

Y me acuerdo de las inauguraciones, los altos cargos, los paripés y la hipocresía que hace que estés con un grupo como los pandoros a menos de tres metros de un alto cargo de la Administración, y no puedas decirle: “Pase usted y vea”.