sábado, 26 de mayo de 2007

De "potorros" y "partimientos"

"-¡Niña, que dejes ya de darle al porro y entres en clase, que está aquí la maestra!
-¿El porro? ¿El porro? ¡Pues cómeme el potorro!
-¡ Vete a comerle el potorro a una negra!
-¿Yo? A mí no me gustan los potorros...
-¡Anda que no! Si lo sabe tó el pueblo...."

Y así hasta el infinito...Y más allá.

(Diario de clase. Un día cualquiera. Más bien todos).


La de cosas interesantes que estoy aprendiendo este año.

Una de las experiencias más interesantes que he tenido fue una charla con una alumna de mi grupo de pandoros. Digamos que se llama Elena (que no) y que decidió quedarse un día charlando conmigo en clase mientras el resto de sus compañeros jugaba en el polideportivo durante la clase de Educación Física (Gimnasia en mis tiempos, pero bueno, la gente está muy susceptible con estas cosas hoy en día).

El caso es que estábamos hablando. En realidad, era ella la que me estaba contando toda su vida, que, francamente, no tenía desperdicio por lo truculenta que era. A veces te preguntas cómo le pueden pasar tantas cosas y tan malas a alguien con 15 años. De repente, empieza a hablarme de que tiene novio, que se llama (inserten ustedes aquí cualquier nombre de varón perteneciente al Antiguo Testamento, que valdrá). Ella lleva un año y pico saliendo y enfadándose y volviendo a salir con él. Una semana han cortado y a la siguiente, está bordando sus iniciales en un paño en el que pone en práctica su destreza con el punto de cruz, que también he tenido que dar un par de clases de eso. Vamos, mis niñas (sí, sí, las de los potorros), con agujas. Qué valor.

Me voy por las ramas. Al grano.

Elena me dice:
-Pues yo hace ya un año que estoy partía, maestra.
(Cara de no entender nada).
-Sí, que el (nombre bíblico) me partió hace un año. Yo ya se lo comenté a mi madre, y ella me dijo que yo hiciera lo que quisiera, pero que tuviera en cuenta que, el chaval que me partiera, con ese, me tenía que quedar ya para siempre. Así que estoy haciendo el ajuar.

No me costó mucho deducir el significado de "partir".

Lo que sí me costó fue entender el resto.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Yo no soy la Pfeiffer


"-Pues mi madre, con 28 años, ya nos tenía a los cuatro.
-Claro. Es que tu madre se hartaba de follar."

(Diario de clase, a 21 de mayo de 2007)


Hace un par de posts, hablé de mis "pandoros". Y Unaexcusa me preguntó quiénes eran. Entonces le di una contestación más bien breve, en los comentarios. Ahora que ya veo la luz al final del túnel, creo que estoy lista para hablar de ellos con algo más de perspectiva.
Los "pandoros" son un grupo de veinte chicos (bueno, ya quedan 15) que, prácticamente, estaban desahuciados del sistema educativo. No voy a emplear sus nombres verdaderos porque son menores y porque nunca se sabe quién puede leer esto.

El caso es que, llena de buenas intenciones, comencé el curso preparada para emplear nuevas estrategias pedagógicas (de las que no soy nada partidaria, que conste). Y lo que me encontré fue lo siguiente: un grupo de veinte salvajes que se dedicó a insultarme durante toda la hora, a gritar, a salir y entrar de la clase cuando ellos querían, subirse a las mesas, pegarse entre ellos... En fin, todo lo que pueda decir aquí se queda corto, de verdad. Salí hecha polvo, pero eso no fue nada. Lo bueno empezó cuando vi que pasaban los días y la cosa no mejoraba ni un ápice.
Cuando fui a exponer mis problemas a algunos de mis compañeros, tuve que aguantar comentarios del tipo: "Es que claro, al ser mujer y con tu aspecto..., claro, te han tomado por sopa" (orientadora del centro dixit. ¡Tócatelos!).

Aclaro: tengo 31 años, soy rubia y un retaquito de 1,50 m. Sé que no aparento la edad que tengo (aunque ya empiezan a llamarme "señora"), ni impongo ningún tipo de respeto o autoridad a simple vista. Pero vamos, que un compañero te salga con esas... Tiene guasa.

Ese día salí hecha polvo de la reunión. Estoy acostumbrada a que los alumnos, dentro de sus capacidades, me puteen. Es lógico, ellos son ellos y tú vas allí a intentar que piensen y se esfuercen y claro, eso no les gusta. A eso me he acostumbrado y nada de lo que puedan hacer o decir me afecta (y tienen mucha inventiva, creedme). Pero que tus mismos compañeros te claven el cuchillo, duele.
Por suerte, también tuve gente que me apoyó: mis compis de coche, Isabel (tutora de los angelitos) y Javier (que también los sufre 8 horas a la semana, como yo).
El grupito está formado por niños con problemas de abusos, de malas relaciones con los padres, muy baja autoestima... Vamos, como suele decir uno de mis compis, en plan "Mentes Peligrosas". Pero yo estoy a años-luz de ser la Pfeiffer y esa peli está a siglos-luz de reflejar nada mínimamente real.

Uno de mis alumnos (El Pati) tenía la costumbre de tirar las sillas, la mesa, o lo que se terciase a sus compañeros. Era así: alguien le decía algo y él perdía la noción de la realidad. Se levantaba, cogía algo y lo tiraba. Sin mirar qué ni a quién. Luego se iba por la puerta dando una patada y cagándose en la madre que parió a todo el mundo.

Pero hace dos días ocurrió lo siguiente: comentando las edades que tenían los padres de cada uno de ellos, una de las alumnas (tienen entre 15 y 17 años) dijo que su padre tenía 50 años. Se extrañaron todos y este alumno, "El Pati", dijo: "Pues mi madre, con 28 años, ya nos tenía a los cuatro". Respuesta de otro de mis pandoros, con muy mala leche: "Claro, es que tu madre se hartaba de follar". Yo pensé: "Ya está. Hoy es el día en el que El Pati le abre la cabeza a alguien con el portátil. Y en mi clase (suena egoísta, pero soy así)". Pero hete tú aquí, que el chaval se vuelve y le dice: "Quillo, cabrón. Como te vuelvas a meter con mi madre, te parto la cara". Y sigue trabajando.

Para que luego digan que los milagros no existen.

Eso sí, mucha valoración de los comportamientos actitudinales (sin duda es un avance que yo haya llegado viva a estas alturas de curso y sin darme de baja por depresión), pero de Lengua, nada.

Ayyyyyy...