
"En este Claustro no hay sitio para las dos" (en un sueño de anoche).
Me he despertado hace apenas una hora de una macrosiesta de hora y media de duración. Llevaba todo el fin de semana sin dormir bien por muchas razones. Una de ellas era una conversación pendiente con una compañera de trabajo de estas que se dedica a fagocitar el trabajo ajeno. No soy persona de buscarme problemas con los compañeros, no me gustan las situaciones tensas y evito cualquier tipo de discusión. Pero las opciones que tenía eran las siguientes:
1. Le dejaba mi trabajo a esta compañera para que lo fusilase y me quedaba con la cara de idiota y la sensación de que hubiesen abusado de mí.
2.Pasaba un mal rato y le decía a esta mujer que, a pesar de haber accedido a ello el viernes (debido a la sorpresa), no pensaba dejarle mi trabajo para que lo fusilara.
Como ya he dicho, he pasado un fin de semana horroroso, nerviosa, pero he hablado con ella esta mañana y me he quedado la mar de ancha. De hecho, he comprobado que hay personas que no conocen la vergüenza (a mí me dice un compañero lo que yo le he dicho a ella y me meto en el agujero más cercano o me cavo uno allí mismo) ni la conocerán en su vida. Ella lo ha atribuido todo a un malentendido y se lo ha tomado con mucha simpatía. Pero ya sabemos cómo van estas cosas.
Vigilaré mis espaldas, no vaya a ser que me peguen el tiro por detrás.
Por cierto, el domingo, harta de corregir exámenes, me fui a la sesión matinal a ver Appaloosa. No puedo ser objetiva (ya conocéis mi debilidad por Viggo Mortensen), pero me gustó mucho. Me confirmó lo que temía: que para mí, René Zellweeggleches solo me resulta creíble como Bridget Jones. Pero bueno, es una historia de amistad con buenos muy buenos (aunque con sus sombras también), malos malísimos (ole por Jeremy Irons), pueblos polvorientos y tiroteos a diez bandas. Tiene de todo. Me hacía falta desconectar un rato (he estado dos días y medio corrigiendo exámenes sin parar) y desde luego que lo hice. Creo que hasta me sirvió de inspiración.
Me voy a engrasar mi pistola con la satisfacción del deber cumplido y la conciencia tranquila.
Me he despertado hace apenas una hora de una macrosiesta de hora y media de duración. Llevaba todo el fin de semana sin dormir bien por muchas razones. Una de ellas era una conversación pendiente con una compañera de trabajo de estas que se dedica a fagocitar el trabajo ajeno. No soy persona de buscarme problemas con los compañeros, no me gustan las situaciones tensas y evito cualquier tipo de discusión. Pero las opciones que tenía eran las siguientes:
1. Le dejaba mi trabajo a esta compañera para que lo fusilase y me quedaba con la cara de idiota y la sensación de que hubiesen abusado de mí.
2.Pasaba un mal rato y le decía a esta mujer que, a pesar de haber accedido a ello el viernes (debido a la sorpresa), no pensaba dejarle mi trabajo para que lo fusilara.
Como ya he dicho, he pasado un fin de semana horroroso, nerviosa, pero he hablado con ella esta mañana y me he quedado la mar de ancha. De hecho, he comprobado que hay personas que no conocen la vergüenza (a mí me dice un compañero lo que yo le he dicho a ella y me meto en el agujero más cercano o me cavo uno allí mismo) ni la conocerán en su vida. Ella lo ha atribuido todo a un malentendido y se lo ha tomado con mucha simpatía. Pero ya sabemos cómo van estas cosas.
Vigilaré mis espaldas, no vaya a ser que me peguen el tiro por detrás.
Por cierto, el domingo, harta de corregir exámenes, me fui a la sesión matinal a ver Appaloosa. No puedo ser objetiva (ya conocéis mi debilidad por Viggo Mortensen), pero me gustó mucho. Me confirmó lo que temía: que para mí, René Zellweeggleches solo me resulta creíble como Bridget Jones. Pero bueno, es una historia de amistad con buenos muy buenos (aunque con sus sombras también), malos malísimos (ole por Jeremy Irons), pueblos polvorientos y tiroteos a diez bandas. Tiene de todo. Me hacía falta desconectar un rato (he estado dos días y medio corrigiendo exámenes sin parar) y desde luego que lo hice. Creo que hasta me sirvió de inspiración.
Me voy a engrasar mi pistola con la satisfacción del deber cumplido y la conciencia tranquila.